sábado, 4 de mayo de 2013

DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

El destino en el cual la democracia representativa había hundido al país era incierto. Los años de la democracia cuarto republicana fueron de catástrofes. La incertidumbre llevó a la izquierda venezolana a buscar un destino más cierto que aquel que estaban viviendo las masas. Rómulo Betancourt y Raúl Leoni engendraron muchas motivaciones, pero muy pronto el pueblo supo que esa no era la vía hacia la equidad y el respeto ciudadano.
El largo camino de oscuridad que le tocó vivir a Venezuela durante la dictadura de Juan Vicente Gómez produjo el saldo tenebroso de un país hundido en la miseria y las enfermedades endémicas. Los hombres sabían cuándo comenzaban el servicio militar, pero no cuándo terminarían aquel trabajo infructuoso que no les generaba réditos de ningún tipo. El solo hecho de expresar las opiniones era óbice para padecer la cárcel, la desaparición y la muerte.
Venezuela cruzaba aún un largo camino de angustias y de espantos. La violencia que sufrió el país en el siglo XIX no había acabado. El campo era la tumba. No sólo el caudillismo y la propiedad semifeudal ponían en riesgo la vida, sino que los anofeles, la tos ferina, la leishmaniasis y la insalubridad colocaban el promedio de vida en un rango bajísimo.
Venezuela era un país atrasado donde, a decir de Mariano Picón Salas, la modernidad había comenzado en 1935 con la expiración de Gómez. La muerte y la barbarie acechaban por doquier. Eutimio Rivas fue uno de los primeros venezolanos asesinado por los chácharos. La policía de Gómez no conocía medidas. Aquellas dictaduras privilegiaban el estado de naturaleza por encima de la cultura. Los intelectuales venezolanos renunciaron a la crítica para postrarse ante el altar del culto al tirano.
La teoría de Laureano Vallenilla Lanz recurrió a la figura del gendarme necesario para justificar las atrocidades y la impunidad de aquel caudillo rural que fue Gómez. El Loquero era el dictamen utilizado por una oligarquía que no conocía otro sistema que el fuete y los grillos. Esa espeluznante vinculación en el imaginario del poder se extendió hasta los pretendidos gobiernos democráticos.
La figura de Juan Bimba, que enarboló Andrés Eloy Blanco para fortalecer lo popular, no sería suficiente para unos líderes que creyeron en el desarrollismo y que hicieron su mejor esfuerzo para desaparecer los trazos de la patria. Andrés Eloy reactualizó la figura de Juan Bimba echando mano de un loco cumanés que recorría su ciudad y que encarnaba al buen hombre de la calle que había sido saqueado y atropellado por la injusticia.
Los años de cárceles, persecuciones y desagrados que los líderes de la resistencia padecieron en el gobierno de Pérez Jiménez no los llevaron a pensar que los actos de barbarie debían ser desterrados de la vida política. Partidos socialdemócratas como Acción Democrática devinieron e incorporaron una visión pragmatista del mundo, Copei, por su parte, se sostuvo en el poder basado en una filosofía del clientelismo político, de la venalidad y la represión.
El mal no iba a ser aceptado pasivamente por una Venezuela que reclamaba justicia. Las cárceles en la democracia adeco-copeyana se llenaron de espanto. Allí en esos gobiernos de oprobio fueron ajusticiados Alberto Lovera, Fabricio Ojeda y muchos otros más. La filosofía de Betancourt era disparar primero y averiguar después. Aquella violencia llevó a partidos políticos como el PCV y el MIR a la lucha armada. La experiencia cubana y su éxito entusiasmarían los espíritus. Sin embargo, nuestra realidad era diferente. En los años sesenta ya éramos un país urbano donde la explotación del petróleo había movilizado grandes contingentes poblacionales hacia las ciudades.
Cuando los líderes de la izquierda consultaron en Cuba sobre la posibilidad de fomentar la rebelión con la guerrilla, el Che pareció no estar muy de acuerdo. Pensaba que los venezolanos que habían recién salido de la experiencia de la dictadura de Pérez Jiménez veían aún la democracia como su gran utopía. Sin embargo, la represión de Betancourt con respecto a los sindicatos era bárbara. La represión estudiantil no le envidiaba nada a los peores métodos del fascismo.
Leoni y Caldera continuaron con el mismo esquema de la represión. Las garantías constitucionales eran letra muerta para aquellos hombres que fueron manifiestamente anticomunistas. El siglo XX en Venezuela conoció cárceles espantosas como Puerto Cabello y Tacarigua. América Latina conoció dictaduras siniestras como las de Leónidas Trujillo, Anastasio Somoza, Alfredo Stroessner Matiauda, Jorge Rafael Videla.
El fascismo siempre ha amenazado las venas de América Latina y el Caribe. Los Duvalier representaron en Haití el atraso y el abuso, estos regímenes unipersonales no hicieron otra cosa que entronizar en el poder la figura del patriarca maligno y temido. Los pueblos fraguaron su alma en el miedo. Estos hombres desarrollaron las políticas de Washington. Las élites en América siempre han sido serviles. Estos hombres hundieron a poblaciones enteras en la oscuridad del analfabetismo.
Los cañones del imperio nunca han dejado de apuntar hacia América Latina. La injerencia en el sostenimiento de caudillos ha sido más que evidente. En los años cincuenta, en Venezuela Pérez Jiménez fue aupado por Norteamérica, en aquellas épocas se fraguaron asesinatos y manotazos del poder.
Marcos Pérez Jiménez ha sido acusado por la historia como el responsable del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud. La mano interpuesta de Rafael Simón Urbina cometió el magnicidio, tan solo unas horas le quedarían de vida a este hombre después de tan horrible hecho. La mano invisible de un cerebro siniestro daría al traste con su opinión y con la posibilidad de que obtuviéramos de viva voz su versión de los hechos.
El rasgo fundamental de la Cuarta República fue la falta de vocación de servicio que los gobiernos tuvieron hacia el ciudadano común. La intolerancia era manifiesta, la democracia como bien fundamental del espíritu del hombre solo existía en una Constitución que no era aplicada. En Venezuela los derechos humanos eran violados sin que nada ocurriese. El país se caracterizaba por la exclusión cultural y educativa. Los venezolanos pensaban que habían nacido para el martirologio.
Los rasgos fundamentales del orden democrático se habían desarrollado imperfectamente. Los hombres reclamaban el derecho del otro, pueblos enteros como los indígenas fueron invisibilizados. El país vivía de espalda al siglo XX. Las mujeres, los afrodescendientes, los homosexuales, las personas con discapacidad reclamaban otro destino civil y ciudadano, los antiguos cartabones no eran suficientes para alcanzar la vida nueva. Se exigía el comienzo de otra historia que fuese capaz de narrar los hechos con honestidad.
Con Hugo Chávez el país se enrumba por nuevos caminos, se exigía igualdad de oportunidades para todos. Debíamos edificar el país atendiendo a nuestras tradiciones. Se le debía poner coto a la Venezuela mayamera. Los hospitales no eran suficientes para garantizar la vida, el pueblo reclamaba asistencia digna. La dotación de los espacios de salud era nefasta, debíamos darnos cuenta de que éramos un pueblo soberano y con inmensas riquezas que no estaban a disposición de las mayorías.
La mentalidad de la Cuarta República había sido de entrega a las potencias extranjeras. Los hombres comunes habían sido privados del derecho que tenían de usufructuar la riqueza petrolera. Vivíamos a medio camino entre el atraso y la globalización. Los pueblos existían en la oscuridad. Los medios de comunicación habían fomentado la resignación y la aceptación de orden político, económico y cultural desigual. Los enemigos de Venezuela no sólo están en el exterior, sino que habitan en el terruño soñando con Miami.
En Venezuela, en el gobierno de Hugo Chávez todos tenemos derecho al disfrute de una vida digna y de iguales oportunidades. El compromiso con el país está en nosotros, no podemos seguir engañados por los discursos de una derecha apátrida y cipaya del imperialismo.


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